A que no me has visto por ahí caminando y riendo por algún recuerdo. A que no te atreves a decir que te amo. Me persiguen tus ojos cuando estás ausente y tu olor penetra mi ropa y se adhiere a mi piel. Te deseo hasta cuando te detesto y te detesto cuando te deseo y estás lejos, porque tanto es que te amo que te odio por desearte y no tenerte. Se que me amas, no puedes negarlo. Sé que tu sabes que esa sonrisa marcada en mi cara cuando camino solo en las calles tiene que ver contigo. Porque eres tú, tú, tú en mí. Admiro tus habilidades, las que usas para enloquecerme en un beso, la manera tan fácil de ejercer tu profesión de acariciarme, tu singular don de meterte en mi cerebro y absorber mi concentración. Te merezco y me mereces, nos merecemos lo que tenemos y lo que tenemos es el uno al otro, te mereces mis manos y mis acordes de guitarra, me merezco tus sueños y compartir tus sabanas. ¿Es qué no me ves sonreír cuando me miras? Mis ojos se llenan de brillo, o como sea que la gente dice. Lo que recuerdo al caminar son tus ojos, tu sonrisa que me llena de pasiones mi mirada, tus caricias que mi cuerpo recuerda y tus palabras en el tiempo exacto. Tú me salvas, me recoges, me haces amar al amor o cosas románticas, tú me haces ser. Tú, por sacar lo mejor de mí, te mandaré por correo lácteo mi vida sin aceptar cambio o devoluciones, para que al final del día recuerdes que si me río solo no es locura, es por demencia de amarte y, la medicina permanente para mantener a este desquiciado calmado, eres tú, y esos gestos románticos que por ti cometo.

m.l

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