El abrazo de ella
Y en ese momento llegó sin avisar, momento justo para no esperarle. Sin hablarle me acerque, extendió los brazos hacia mí, me recibió con el aura de su sonrisa inocente. Me escabullí entre su cuerpo y mi cuerpo, el abrazo anticipando de un buen resto del día. Guardé un silencio extendido, posé mi frente en su hombro con la oscuridad de mis ojos cerrados y, así permanecí hasta darme cuenta, de que tanto extrañaba sentir como ella me sostenía el alma cansada y me recargaba las pilas del corazón.
m.l
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