Como si nos amáramos

No la amaba. Quiero decir, si lo hacía, pero no de la manera en que dos amores lo harían, pero la quería. No me amaba, amaba la compañía de alguien que pudiese mantenerla en un lugar cálido sin herirla, y no estar sola. Amaba mi pecho y como podía refugiarse en mis brazos. Yo amaba su pelo, su olor y como me besaba. Nos usábamos, como dos desgraciados con el corazón despechado y roto. Ella huía de su tristeza, yo me aprovechaba para el desahogo. Nos besábamos como si nos deseásemos, nos tocábamos hasta sentirlo, llegábamos hasta el más profundo dolor de cada vientre, de cada alma. Un diente de león la había roto como grieta en la tierra, y una rosa me había engranado las espuelas, quise decir, las espinas. ¿Qué podría tener eso de malo? ¿Que habría de salir mal? Ella y yo, desnudos bajo las sabanas a las 6 de la mañana, pasándonos la noche en vela, tratando de olvidar la vida y de no llorar al hacer el amor, esperando el amanecer mirando a la ventana y en silencio, nos llegó el final de otro nuevo día que apenas comenzaba. Se nos iba la mirada sin decir palabra alguna, nos perdíamos del uno y del otro mientras nos abrazábamos. Y simplemente un día nos rendimos. Nos dimos cuenta de que nadie nunca iba a amarnos más de lo que lo haríamos entre nosotros, y recordamos que era mejor saber que nos utilizábamos, que esperar a que otro ser humano llegara y nos usara sin decirlo. Dos mal paridos de la sociedad dieron a parar en la misma ciudad y a la misma cama. Pero entre gemidos fingidos, besos y caricias, en silencio nos moríamos juntos estando solos, después de haber vivido felizmente tristes, pero si, juntos.

m.l